martes, 25 de octubre de 2016

Noticia

Al gobierno de Ada Colau no le gusta el zoo de Barcelona. Piensa que es un equipamiento obsoleto, un entretenimiento de otros tiempos, un parque de atracciones con poco sentido científico, pedagógico y social. Sus portavoces lo explican de un modo más diplomático, pero entre líneas se entiende todo. Todo apunta a que reducirán su número de especies, cambiarán su relación con las escuelas, nunca levantarán el nuevo delfinario de diez millones de euros... Están frenando el ambicioso plan estratégico del Consistorio anterior, montando unos grupos de trabajo formados por expertos, activistas y políticos para diseñar las líneas del nuevo modelo del centenario equipamiento. Algunos piensan que les gustaría desmantelarlo, pero que no se atreven a cerrar un rincón incrustado en la memoria de tantos ciudadanos, que prefieren dejarlo languidecer.
“No cerraremos el zoo –dice la teniente de alcalde Janet Sanz–, y estamos realizando las inversiones ya previstas para garantizar el bienestar de los animales y el mantenimiento de la instalación. Pero queremos un zoo que vaya más allá de la exhibición. Eso es lo que se hacía en el colonialismo. Queremos un zoo con sentido ecológico, que no se rija, como vino haciendo, por criterios principalmente mercantilistas”. En el 2013 el zoo incorporó 24 especies a su colección. Sus máquinas expendedoras venden botellines de refrescos a tres euros y medio. Y la megafonía recuerda a cada rato la rica oferta gastronómica y la tienda de regalos.
“El zoo tiene más de 300 especies –sigue Sanz–, pero no sabemos por qué, ¿sólo para mirarlos? Apostamos por un zoo que ayude a la naturaleza, que priorice la reproducción y la reintroducción de especies en su hábitat y que cumpla una función pedagógica. Los animales transmiten grandes valores a los niños. Pero el zoo no puede ser un entretenimiento más, que los niños salgan diciendo que vieron un mono gracioso. Han de saber qué mono es, por qué está aquí, cuál es su futuro… si acaso está en Barcelona porque su hábitat está amenazado por una guerra. A fin de año tomaremos una decisión definitiva sobre el delfinario, y en tres meses tendremos una nueva hoja de ruta para todo el zoo. Los cambios se perfilarán el 2017, y se realizarán este mandato”.
Los ediles de BComú no son los únicos que piden
otro modelo de zoo. “No nos gusta que el zoo sea un escaparate de animales –dice Jordi Coronas, de ERC–. Es un modelo del XIX. Queremos más educación e investigación. Ahora el zoo no atrae a los chavales de entre siete y 15 años. Nos parecen muy interesante las propuestas de reducir el número de animales, de usar más las nuevas tecnologías, de fortalecer la cooperación con los países de origen y de potenciar la reintroducción de las especies. Y por supuesto queremos una Barcelona sin cetáceos en cautividad. Pero no nos gustan las maneras del gobierno. La transformación del zoo es un proceso de 20 años que requiere de un amplio acuerdo de ciudad”

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